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    Sunday, July 31, 2005

    Nada más pernicioso que creer que el pasado fue mejor

    No aspiro a conocerte por completo ―casi desnuda frente a mis miradas inapetentes (sic) ― sino al menos conocer qué hay detrás de todo lo que dices. Pues creo que, con los días, logras sorprenderme. Algo inusual tras obtener, desde la primera vez, la radiografía instantánea de tu vida.

    He pensado a mirar “esto” como “algo” momentáneo, una simple transición a una eventual coincidencia del corazón en mejores tiempos. Insisto en perecedera, porque así se planeo y dudo que funcione de otra forma. Hay demasiada disparidad entre nuestros corazones, para invitarlos a volar juntos. O no sé. Es algo más epidérmico y hormonal, que puede calmarse con un beso o con la aproximación estrepitosa de una mano.

    De hecho, si algún día dejo de llamar o de buscarte, sé que no necesitarás escuchar razones, porque “esto” resulta tan bizantino que pronunciar palabras de más es un acto baldío.

    Siempre te he dado el beneficio de mi duda, pues, poco te conozco para confiarte la elaboración de mis verdades. Y no está mal, porque I´m playing too, por eso no voy apostar mis fortunas y mis miserias, simplemente permito que entres en mi historia como “un punto seguido” que, si bien no disuelve una idea, tampoco me obliga a componerla con fuerza.

    La vida suele enseñarnos el pasado con bastante ironía. Por eso, pienso que el `eterno retorno´ va traerle muchos giros a esta trama. No importa, pues, definitivamente, equivocarse es el secreto. Luego leer algo `como anillo al dedo´ resulta muy reconfortante o, al menos, para mí que vivo sepultando mentirosos y viviendo con los verdaderos.

    Friday, July 29, 2005

    Fridays Nigths

    Son las seis de la tarde y en el Centro de Bogotá todos agilizan sus pasos para llegar a casa, los hombres para quitarse la corbata y la camisa almidonada, y las mujeres la falda y las medias veladas que esta vez “¡mierda! se les fue un punto” comentan el las busetas.

    Los camiones de SABMiller, perdón, de Bavaria llegan a las tiendas de barrio y a las discotecas para surtir con canastas del precioso líquido esta vez “Uy, juepucha ahora debajo del nombre de la Águila dice dizque The Eagle…Venga, y qué dice en la de Costeña...”.

    En la Zona T, Mateo y Valentina, dos jóvenes arquitectos, discuten en BBC, porque Valentina no se lo quiere dar. Mateo se ha tomado dos jarras de cerveza roja y está un tricito ebrio. Quiere decirle a Valentina que se vaya para sus tres M.

    “Mire, Vale ud. puede ser las vieja más linda y pila y todo lo que quiera, pero oiga lo bien, en la vida nunca he tenido que rogarle tanto a una vieja. Eso ni a su hermana…”

    Para desgracia de Mateo, Valentina era virgen. Tenía 22 años, pero aún lo era. ¿Pecado?: Ah, yo no sé. Lo cierto era que todavía creía en el amor y desde que empezó su primer diario, 18 de abril de 2001, había escrito con letra Timoteo en la página 35, la más rosada que había dentro del cuaderno, que “la primera era la vencida”.

    La vencida porque Valentina, hija de un hogar enteramente godo: hinchas de Millonarios y amantes literarios del Azul de Rubén Darío, iba a tener su primera vez sólo con su esposo.

    Siguiendo el modelo de una mujer indignada, después del comentario de Mateo, Valentina coge su bolso, más pequeño que un cámara fotográfica, mira a Mateo, sacude el pelo y le dice “usted mucho convencido váyase para, para, para…para la mierda”.

    Aunque había música en el lugar, el espectáculo fue por varios minutos el tema de conversación en todas las mesas. Trágicamente las gónadas de Mateo serían las más perjudicadas, pues lo esperaba un extenso verano.

    Al otro extremo de la ciudad, en un Start Mark, la décima sexta promoción de comunicadores sociales de una universidad privada se encontraba, después de un año de haberse graduado. La mayoría estaban trabajando, por eso la rumba iba por lo alto. No con cerveza o vino, como cuando estaban estudiando. “Esta vez si no las pegamos jueputa”, dijo Andrés. Él era el menos rumbero en la universidad, ahora no había viernes que capara para irse de juerga con sus amigos.

    Esa noche en Bogotá, la palabra cerveza, `chela´, `birra´, `polas´ y las marcas consabidas de la cervecería Bavaria serían pronunciadas 39.562 veces por jóvenes entre los 19 y 27 años.

    Por otro lado:

    1. 1.629 etiquetas serían removidas de las botellas
    2. 10 botellas serían despicadas en riñas callejeras
    3. 215 personas se rumbearían por la excusa de unas cervezas
    4. 37 botellas serían derramadas
    5. 15 personas perderían su cerveza, mientras bailan
    6. A 67 personas les daría la llorona
    7. 93 noviazgos se acabarían
    8. 1.468 personas tendrían sexo, un 23% en su casa.
    9. 282 personas ahogarían sus penas en el alcohol
    10. Con 14 cervezas cualquiera se emborracharía

    Son las ocho de la noche y ya me están dando ganas de calentar motores. En la nevera tengo 3 cervezas heladas. Me provoca sacarlas y prender la tele. A las nueve voy a salir a comer algo. A eso de las nueve y media vuelvo a mi casa, me baño los dientes, me pongo una chaqueta para el frió descomunal que está haciendo en Bogotá y me voy a cumplir con mi destino. Uno nunca sabe lo que puede pasar después de una rumba…It's Fridays Nights.

    Tuesday, July 26, 2005

    Contrarreloj

    Retomo el camino hacia mi cama. Las cobijas están frías y la almohada volvió a su estado original. El zancudo que ha querido picarme desde la semana pasada, pidió ser reasignado a otro oficio menos tortuoso que esperarme.

    Todo gira como en la rueda mágica. Aquella mujer que besé en septiembre vuelve a alimentarse de mi sombra.

    Con los días mis palabras están sentenciadas a adelgazar, las comas a perder sus tentáculos y las tildes a morir de afonía.

    Ahora la humedad del albor se aloja indeterminadamente en mis pulmones y un reloj sin pila hace tic-tac-tic-tac-tic-tac

    Me veo acá, de nuevo, con la nariz fría, rodeado de figuras inexactas que, para mi poca suerte, en segundos tendrán nombre y apellido.

    ¡Riiiiinggg, Ringgggggggg!


    -Maldita la mañana que me di el lujo de amanecer sin corazón. ¿Quién lo habrá sacado de este pecho somnoliento?-

    Saturday, July 23, 2005

    FAQ - Party

    Anoche, en una fiesta surgió una pregunta de grupo. Quién había sido el mejor polvo y que por qué. Ahora si saben a qué me refiero cuando digo que “sería genial tener respuestas prefabricadas, listas para desenfundarlas cuando un intruso nos obligue”.

    Como no soy el más célibe de los bloggers ni el más famoso, no pierdo nada respondiendo que aquí estoy esperándola… Si tengo prospectado vivir hasta los 45, me quedan 25 años para encontrarla.

    ¿Será que se puede hablar de buscar, esperar y encontrar un buen polvo?: No creo. No creo que pululen y que se jacten de su buen adiestramiento. Por lo general, las que se ufanan de serlo no lo son. Sentimiento compartido por ambos sexos ¿no?

    Debo admitir que tal vez por desconocimiento de todo lo que connota la expresión no pude postular alguna. Es muy posible que haya tenido muy buenos polvos. Aún no tengo un ranking o un top10. No es como en Internet, donde el éxito se mide con las estadísticas del contador. Tampoco creo que sea competencia del Dane.

    Se que suena increíble. “Todos los tipos lo hacen”. Bueno, yo no le he botado neurona al asunto, hasta ahora me da por considerarlo.

    Recuerdo que estaba fumándome un cigarrillo acto seguido mi ex novia me preguntó que si ella era buen polvo y le dije que no sabia. Mierda, ya no preguntan que si uno las quiere, no, no, ahora quieren saber que si son buenos polvos. ¡No jodás! Será que me vio cara de supervisor de calidad o será me iba a poner de referencia.

    Lo que sí podría decir, como buen colombiano, es cuáles fueron los peores. “Claro, eso pa´ criticar lo llaman y está ocupado”. Pero no voy despacharme con nombres ni nada. Además de ser una tarea impropia de caballeros, es una mamera. Es verdad que soy blogger y que nos tildan de desocupados, pero tampoco voy a gastar un post haciendo un inventario.

    Friday, July 22, 2005

    Independencia

    Mis papás son de mundos diferentes, por eso se separaron, porque cada uno es la antítesis del otro. Sospecho que eso predispuso a que en mi cabeza siempre estuviera la contraparte, como un ángel y un diablo jugando a confundirme.

    Como en cualquier divorcio emulé por años un ping pong que iba de casa en casa, un nómada que iba huyendo de las heladas.

    Llegué a tener dos cuartos, dos cepillos de dientes, dos walkman: uno azul y otro gris, dos chaquetas para el frío, dos formas de decirme "buenas noches", dos estrategias para enseñarme las tablas de multiplicar, dos clases de desayunos los domingos: con huevos y con tamal, y dos maneras para entender por qué el matrimonio era un mal negocio.

    No había que esforzarse para saber por qué estos dos no se querían. Cada uno había comprometido su vida consigo mismo y a sus 20 y 18 años, respectivamente, no asimilaban que habían traído un chino al mundo.

    Con el tiempo, y antes de tener cédula en mi billetera, entendí que mi nave tenía puesto para un sólo tripulante y que como otros debía gritar, antes del 20 de julio, independencia.

    Y no estuvo mal la revuelta, no hubo heridos y si muchos acuerdos. Aunque la excusa no fue un florero, puedo confesar que ya no me siento como un adorno más de la casa.

    Estoy a unos pocos meses de los 26 y, saben, siento ganas de convertirme en república independiente. En parte ya lo soy, pero creo que por protocolo no he podido celebrarlo.

    Monday, July 18, 2005

    La palabra rota

    Sería genial tener respuestas prefabricadas, listas para desenfundarlas cuando un intruso nos obligue.

    Sobre todo esas respuestas que dejan a todo el mundo satisfecho y no tientan a nadie a comprobar si es verdad o es mentira.

    No hay algo más molesto que una contra pregunta que nace por la deuda de una respuesta personal. "¿Por qué no viniste?" - Porque estuve ocupado- "¿O es que no querías verme?".
    Con frecuencia, las palabras no son la mejor forma para dar respuestas. Siempre les falta credibilidad. Pero si se asocian con práctica (hechos), las situaciones se mueven o, al menos, se sale mejor librado de los inoportunos interrogatorios.

    Menos mal nunca he tenido suegros inquisidores, pues sería muy jarto contar una historia que ya ha pasado de moda.

    Recordar se vuelve para mí una negación del presente. Si ya llegué hasta acá por qué debería limpiarme la mierda que tengo en los bordes del zapato.

    Sunday, July 17, 2005

    Azulado

    Me gustaría morir sentado en un sillón de esos que sólo son para abuelos y donde ni las polillas se atreven acercarse. Un minuto antes de cerrar los ojos quiero extasiarme con la canción de turno a decibeles poco usuales. Quiero que haya bulla, que la gente haga el amor por sólo gusto y que mi casa huela a chocolate y a madera.

    Ya en el letargo no quiero recordar nada de mi vida sino empezar a deambular como un transeúnte citadino, en medio de una calle inmensa atiborrada de vendedores ambulantes, con el caos de los autos dándole puños a mis tímpanos.

    En particular quiero ser besado por sorpresa, cuando haya dejado las ganas en el bolsillo izquierdo de mis amores anteriores, que por lástima debí dejarlos humillados al olvido inseparable de un aplauso.

    Se les recordará como la carta que nunca recibí de los Reyes Magos. Las tendré en mente cada vez que quiera prolongar el acto santo de una excitación mal ávida. Y a unos minutos de quedar congelado por la noticias, deseo que mi cadáver tenga el mismo color del cielo, para que puedan decir que siempre estuve…

    Tuesday, July 12, 2005

    Play off

    La conmemoración de la noche me tenía ahí, nuevamente sumergido en las burbujas de una cerveza, imantado musicalmente a un bar con nombre de muñeca, tan sólo a unos metros del Viejo Almacén, a unos pocos pasos de los tangos de Gardel y de Piazzolla.

    Sobre la barra un litro de cebada líquida y helada, me esperaba como puta hambrienta. Dentro del bolsillo de mi camisa, una cajetilla con seis cigarros que en 30 minutos se harían humo y me permitirían verle a mis miedos la cabeza.

    HORA 10:32 P.M.

    Aunque el universo no conspiraba a mi favor, me proveía de un sentimiento de inmortalidad infinito. Hubiese sido un día perfecto para morir, pero no era hora; tenía trabajar al otro día. (sic)

    Beats de música electrónica, house y funk revestían las conversaciones tenues de 37 vidas que no deseaba conocer o, al menos, no esa noche. Hay un punto en el que uno está tan a gusto, incluso, con sus propias ambigüedades que no quiere compartirlas y cáusticamente las cuida como su mejor tesoro.

    A la mitad de la noche, en medio de desconocidos, estaba ligeramente concentrado. Mi mirada se incrustaba, sin permiso, en los movimientos portentosos de una niña de 22 años.

    Era risible la situación, porque salí en plan de levante y tenía una niña muy linda enfrente y ni siquiera sabía cómo decirle hola.

    Coger la cerveza e irme bailando hacía donde estaba, no era la opción más apropiada. Además no tenía ni uno por ciento de alcohol en la sangre para abordarla, como se haría usualmente.

    En ese momento pensaba cuáles eran mis técnicas personales de conquista y recordé que todas habían sido producto de la causalidad.

    No sé por qué pensé que lo difícil sería sobrepasar la custodia de los dos machos cabrios que, desde que llegaron las 3 niñas, habían puesto minuciosamente extramuros, cuando lo complicado sería memorizar su nombre: “Dalal”. Repetí Dalal, Da-lal… ¿Da qué?: Dalal. Las 3 primeras letras de Dalia y las dos primeras de Alejandra (lógica de mi memoria asociativa). ¡Listo!

    No sé cuál fue la causa, pero me sorprendió el efecto. Supongo que recibí un empujón del Dionisio que todos llevamos dentro. Para algo en la vida debía servirme la marginada amígdala cerebral que, hasta donde sé, es la culpable de actos tan precipitados como este…

    Por primera vez hablaba de política en un bar a las 11 de la noche. Debí estar muy lúcido para recordar el nombre de todos los partidos. Aquella niña de 22 años que bailaba funk de forma inconmensurable estaba ahí, retorciéndose a mi lado, desinhibida por los estragos que el licor hacía en su cuerpo.


    HORA 1:37 P.M.

    Dalal, quien es politóloga, tenía un porcentaje de alcohol superior al que yo podía tener con tres litros de cerveza. En cierto modo estaba perdiendo mi tiempo, porque al otro día esa niña no iba a recordar nada. Bueno, tampoco estaba obligada a hacerlo.

    Aun así seguía escuchando pequeños recortes de su vida. Había algo que me estaba gustando de esa niña. No sé si fue su nombre o su baile pintoresco, aunque reconozco que ayudó. Cuando se camina por los torrentes mi profesión, siempre hay cierta fascinación por lo discordante.

    ― Desde ese día, ella sabe qué pasó. Desde esa noche, cuando hablo o me veo ella, siento algo muy complicado de explicar. No quiero bautizarlo, dejaré que el tiempo le ponga un nombre o lo deje para siempre como un sentimiento misterioso―

    Dalal:
    Paradójicamente desde ese día terminó mi juego y empezó el tuyo.
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